Hace un tiempo escribía que me gustaba ser barco buscando buenos puertos donde atracar. Con los años he comprobado que los mares que eliges son los que te marcan tu destino, los dioses del mar tampoco es que hayan sido especialmente propicios conmigo, pero esto no es una carta de queja. Con mi barco he llegado a algunos puertos, en los cuales no he terminado de atracar y he naufragado en el intento. Últimamente navego por mar abierto, no tengo puerto a la vista, y el viaje puede parecer fácil si no hay posibilidades de un nuevo naufragio. Pero llevo ya tiempo así, sin puerto a la vista, el navegador no indica hacia donde ir tampoco, no tengo señales, pero bueno, seguiremos navegando en busca de ese puerto.
Sería bonito coger las estrellas con las manos hacer un barco en el aire y navegar sin descanso.
Y es que yo vivo navegando sobre una barca sin remos a ver si cambias de vida y logramos entendernos.
Menudo año ¿no? Quien mas quien menos ha tenido un año que le ha golpeado de alguna manera, ya sea por motivos laborales, personales, sentimentales, los motivos que cada uno haya tenido, al fin y al cabo, hay millones de historias diferentes cada día.
Recuerdo levemente la nochevieja del año pasado, era la primera en mucho tiempo de bares, una vuelta a algo que había dejado aparcado y lo pase bien, pero había aun hay cosas pendientes.
Luego al poco tiempo alguien te dice que no mereces la pena, dicho como fuera dicho no se, es un poco feo lo mires como lo mires. Pero bueno, aquello me sirvió para confirmarme en la huida de aquello.
Huidas que ya había tenido, pero nunca fue una como esta, es difícil de repente saber que ya no habrá mas que silencio donde antes era todo ruido.
Pero las cosas suceden así, cada día es un aprendizaje y yo aun sigo aprendiendo de aquello, porque fue mucho dolor y toda herida necesita una cura y un tiempo, pero a finales de este aciago 2020 podemos decir que aquello ya no sangra, a veces produce rabia, otras rencor y el mayor tiempo indiferencia, pero como decía, todo pasa en esta vida.
Marzo llego arrasando, no olvidaré nunca aquel viernes al llegar del trabajo, ya sabíamos que al día siguiente llegaba el estado de alarma y el confinamiento. La sensación de peligro al estar en la calle es terrible, el miedo a lo que venía, la incertidumbre que no deja vivir.
Aquel mensaje por Facebook que me avisaba del fallecimiento de uno de mis mejores amigos del instituto, todo era un caos, imágenes terribles en los telediarios, aplausos en los balcones, miedo y no saber qué podía ocurrir.
A mi me toco también un ERTE, donde trabajo vio como los negocios chinos cerraban a cal y canto dejando gran parte de nuestro negocio muy tocado, pero luchando mucho y aun seguimos en ello, logramos mantener al menos una cuota estable de negocio que al menos a mi me permite seguir trabajando.
Allí hay compañeros y familia, porque al final paso muchas horas allí y entre todos se hizo piña en un año tan duro como este.
Porque es duro no poder hacer esas cosas tan cotidianas, como dar la mano, saludar con un par de besos, irte a un bar tranquilo a tomar algo. Como suelen decir, éramos felices y no lo sabíamos. Echo mucho de menos cosas tan cotidianas en mi como era ir al cine al que no vuelvo desde marzo, esas noches de confesiones entre cervezas y copas escuchando música en garitos que siempre están donde los necesitas, cosas que eran tan nuestras que ahora que no están se las echa de menos.
Pero marzo trajo un reencuentro, mi gente, mis amigos de las acampadas que tras muchos años sin vernos conseguimos juntarnos y rememorar aquella felicidad de la adolescencia. Y a fe que han sido de lo mejor de este 2020, horas de conversación confinados, apoyo entre todos porque las situaciones no han sido fáciles. Tuvimos que acudir lamentablemente al tanatorio incluso a culpa de este maldito Virus.
Llegué a los 40 en un cumpleaños raro, silencioso, sin celebración externa, aunque en verano pude celebrar algo. Curioso que uno planeaba una fiesta por todo lo alto por llegar a esta cifra y la vida tiene otros planes para ti, que sigamos celebrando, aunque sea así.
Este 2020 me trajo un coche, una operación de quirófano pequeña, algún que otro kilillo de mas que habrá que derrotar en 2021 y la sensación de que todo tiene que mejorar en lo que venga.
Porque los domingos de este año eran a veces muy largos, la nube negra me merodeo y no quisiera yo ni que se asomara por aquí de nuevo.
Perdí un montón de conciertos, suspendidos, aplazados o que se harán cuando se pueda, como echo de menos los conciertos. Este año vi a Quique González una semana antes de que nos confinaran, algo impensable en aquel momento que eso no se pudiera vivir en mucho tiempo.
En verano tuve la suerte de ver al aire libre a dos de mis artistas favoritos: Revolver y Amaral, pero ya no hubo mas, volverán los conciertos y espero que de la manera que eran antes.
Tuvo muchas cosas malas este 2020, ciertamente, perdidas, sensación de hastío, tristeza, desconsuelo y a la vez esperanza de lo que tendrá que llegar algún día.
Pateemos al 2020 y brindemos porque seguimos aquí, porque volví a escribir con asiduidad, volví a tener un blog, porque los amigos siguen a mi lado, porque a mi familia le respeta la salud, porque nos quedan tantas cosas por vivir aún.
Hay universos de pequeñas cosas, cientos, miles, millones de pequeños universos que se crean con los recuerdos, vivencias del día a día.
Pequeños flashes que retumban en los mares del recuerdo como barcos que surcan en busca de nuevos puertos a pesar de las mareas y oleajes que pretenden que vuelvas a llegar a la orilla que ya no tiene puerto para ti.
Y esos pequeños universos son como castillos de naipes que se derrumban con el último adiós, aquel que no hace más que traer silencio.
Universos donde los amargos trenzan flores para adornar fronteras, universos que haces florecer con los colores más bellos del mundo, la luz de las sonrisas, el brillo de las miradas, pero universos que pueden terminar derrumbándose como aquellos castillos en el aire que creas con tu imaginación.
Todo puede ser derribado, hasta el universo que creías más bello y que es la vida sino crear esos universos de pequeñas cosas que o bien, te dan la vida o te ponen un pequeño obstáculo en el camino que debes recorrer.
Universos propios que creamos cada día el despertar, que alimentamos y regamos con las risas, los abrazos, los besos y las caricias quien tenga la suerte de tenerlos.
A veces vuelan libres, otros son efímeros, otros nos hacen felices al crearse, otros duelen cuando los ves languidecer, pero universos propios de cada uno al fin y al cabo.
Abres las ventanas a veces, cierras cajones pero se terminan colando aires de recuerdos entre las corrientes, corrientes que buscan provocar a los vientos en los que quieres dejarte llevar.
Y aquellos vientos que tratas de domar a tu favor se ponen en tu contra y soplan fuerte, pero es momento de cerrar aquellas estancias que tratan de visitarte de nuevo.
Y logras andar en la nueva oscuridad, buscando a ciegas un faro que te guié porque el que tenías se esfumo con el tiempo, prefirió iluminar otros mares antes que conducir tu cuerpo de naufrago en la playa desierta que busca quien la habite.
Trate de parar el reloj, de minimizar cicatrices, de frenar hemorragias y con muchas miradas al horizonte infinito de los pesares, las heridas terminan cerrado porque el que ama una vez, será herido probablemente.
Y esa es la magia de la vida, llena de sonrisas y alegrías que pueden transformarse en dolor y heridas, pero este es el juego al que nos toca jugar cada día al despertar.
Y aunque la coraza cada día es mas grande, se que llegará el momento de desprenderse poco a poco de ella y volver a jugar, aunque inevitablemente sepas que puedes volver a perder.
Pero las cartas siguen ahí con nosotros, la partida esta viva y como decía la señorita Kubelik, ha llegado el momento de callar y seguir jugando.
Pero cuando encuentro espacio En los escombros resucito Aunque pierda siempre gano Nunca me des por vencido Cuántas veces han intentado Que vendiera mis principios Menos mal que no pudieron Arrancarme de mi sitio
We use cookies on our website to give you the most relevant experience by remembering your preferences and repeat visits. By clicking “Accept”, you consent to the use of ALL the cookies.
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these cookies, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may have an effect on your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.