Me gusta el mar, imaginar ser barco que busca buenas orillas donde atracar, que se suba gente a tu viaje, intentar ser un buen marinero.
Un pasajero se sube a tu barco, recorréis océanos a la luz de la luna, visitáis islas desiertas, soñáis con mundos lejanos, imagináis planes futuros.
Pero un día llega el final, la marea se lleva los recuerdos, las olas tratan de taparlos y tu navegas a la deriva buscando alguien que te arranque de cuajo la pena como cantaba Quique.
Y que queda de todos esos viajes, nos quedan canciones que llenen los corazones que cantaba Bunbury, quedan los restos del naufragio…
Estas canciones me hundieron, me hicieron volar, encontrar consuelo y respuestas a esas preguntas que cuando te encuentras cerca de la respuesta te cambian la pregunta, me hicieron entender, comprender, volver al punto inicial de incomprensión, elevarme, llorar, sonreír, porque acaso la música no es un transporte de emociones sean las que sean, buenas o malas, estas canciones me levantaron, me animaron y me entristecieron a la vez, pero fueron importantes en un periodo que había que pasar, por eso están todas aquí reunidas, para quien las quiera escuchar, para ayudarte o hacerte sentir, que la música tiene miles de significados dependiendo quien las escuche, canciones vivas que mientras alguien las recuerde no morirán…
y en el mar quedan flotando aquellos restos, que inexorablemente el tiempo termina por engullirlos hasta lo mas profundo del océano.
Quizás un día lleguen a una orilla perdida, quizás alguien los recupere un día, la memoria es así de selectiva, o quizás queden flotando años y años sin que nada ni nadie los recupere…
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